Misiones

Y Entonces Recuerdo Porqué Estoy Aquí

April 20, 2015

Hace menos de 48 horas que regresé a Taiwán. Es obvio para mí que estoy de regreso, no porque sólo puedo leer un parte de los letreros llenos de los hermosos e interesantes caracteres chinos. No porque me siento como una gigante entre diminutas mujeres, hermosas y sonrientes. No porque las facciones asiáticas a mi alrededor son muy distintas a las mías. No porque los olores que llenan el aire, entre el húmedo y tibio aire del sentido verano taiwanés, mezclado con el olor del Cho Tofu (o tofu hediondo, como lo explica su traducción literal).

Es la conversación de religión con la que fui entrevistada, por el interesado taxista que me condujo del aeropuerto a mi casa. Este taxista quién con mi limitado mandarín con toda apertura y confianza me bombardeó con preguntas acerca de la diferencia entre evangélicos y católicos, adoración a María o a Jesús. Este taxista quién presentó su sorpresa al escuchar mi afirmación de que queremos vivir con Dios en el cielo por la eternidad, en su paz y gozo inexorables. ¿Porqué querría vivir en el cielo si ellos implica primero morir?

El taxista continuaba su bombardeo de preguntas, y me preguntaba qué tenía mi Dios que ofrecerme a mí. Casi se cae del asiento si no hubiese sido por su cinturón de seguridad, al escuchar que no se trata de lo que Dios pueda hacer por mí en términos de prosperarme financieramente (¿Les suena familiar?) o de garantizarme salud, o un futuro seguro. No se trata de ofrecerle adoración para forzarlo a bendecirme o por lo menos no interponerse entre mi éxito y mis beneficios. El concepto de entregarnos a Dios porque nos debemos a El. Y que a través de la fé en la muerte y resurrección de Cristo por mis pecados, de forma tal que pudiera estar en paz y gozo eterno, reconciliados con Dios sonaba extraño e insuficiente , al curioso taxista. Preguntas sobre el significado del bautismo y el porqué él no era budista, o taoísta, sino adorador de Matzu, una diosa taiwanesa fueron los tópicos de la extensa conversación que nos trajo por 40 minutos de recorrido.

Desde entonces cada interacción con el exterior, ya sea en mis salidas en “scooter” o pasola en buen dominicano, ya sea por mis observaciones de las lágrimas que intentaba ocultar la señora sólo unos asientos de distancia a mí en el MRT o metro. Ya sea por la comparsa anunciada por los revueltos fuegos artificiales, los disfraces de los dioses y las carrozas adornadas y acompañadas por aquellos que buscan ser poseídos por los espíritus. Ya sea por las decenas de templos y altares que atestiguo en un corto recorrido a la tienda de conveniencia. Ya sea por los estudiantes latinos que me abrazan y dicen cuánto han estado esperando que regrese para resumir nuestros discipulados uno a uno o de grupo.

Por estas y muchas otras razones en menos de 48 horas, he recibido decenas de recordatorios, de porqué estoy aquí. Hay un Dios, El Dios del universo, quién merece ser adorado, seguido, amado y somos testigos de su gracia. Sólo por El y por aquellos que son y serán llamados a El. Porque El merece que la alabanza le sea restaurada y no que se adoren imágenes o cosas inánimes que no puede escuchar, ver o responder a aquellos que les siguen y veneran. Necesitamos el recordatorio como motivación de re-enfoque. No porque la hemos olvidado. Sino porque no podemos olvidar.

Tengo cientos de recordatorios de porqué estoy aquí. Pero al final, sólo una prevalece. Jesús, nombre sobre todo nombre. A El, solo a El sea la gloria por todas las generaciones, en todas las naciones, por los siglos de los siglos.

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